Hablar del departamento del Chocó, por más historia y libros que se conozcan, sigue siendo un desafío, por ello Jesús Lozano Asprilla, a quien podría catalogarse como un activista de la región, es la persona más adecuada para decirnos cuales son las causas verdaderas del subdesarrollo del departamento.
Pero su papel no sólo queda al de historiador. Su lucha por la educación con sentido para los chocoanos es sinónimo de años de disputa de erradicar la división que del centro del país se ha creado hacia la población afrodescendiente principalmente.
Jesús Lozano nació en Condoto, Chocó, el 1ro de enero de 1936, hijo de mineros, tuvo 12 hermanos, desafortunadamente la mitad de ellos murieron. Para Lozano su padre le inculcó la necesidad de educarse, Lozano padre les repetía a sus hijos que la única posibilidad para surgir era estudiando para ser independientes.
Con lo producido en la mina, su padre logró generar los recursos necesarios para educarlos a todos a nivel profesional. Su familia es núcleo de historia pues su hermana mayor fue la primera afrodescendiente en estudiar en Bogotá.
Jesús Lozano es egresado de la Universidad la Gran Colombia del programa de economía. Sin embargo, para él la más importante y aquella que promulga con mayor fervor es la del título de Economía Solidara. Lozano también cuenta con una maestría en administración de empresas de la Universidad EAN de Bogotá; él aclara que este título sirve para adornar su hoja de vida, pero no define su pensamiento.
Este chocoano aclara desde el inicio de la conversación que la educación tiene dos componentes esenciales, el educar para ser libre y el segundo la educación con compromiso.
Él recuerda de manera particular palabras de su padre “el que depende de algo, es esclavizado, dependiente es la nueva generación de la esclavitud”. Lozano aclara que el verdadero ser libre es capaz de transformar sus ideas por medios de las herramientas que posee, allí radica el verdadero emprendimiento empresarial.
La educación para los chocoanos, en palabras de Lozano “es vista como un escalón de superación, pero relativa a la opresión y al olvido del que ha sido víctima el departamento y su población por el resto del país desde que hay registros históricos”.
Chucho, como le gusta que le digan, emprendió su lucha por el departamento desde el año 1953 cuando conoció Bogotá con motivo de un campeonato de futbol departamental. Sin embargo, en aquella final futbolística entre Chocó y Cundinamarca, se arregló el partido a favor del departamento central debido a que una victoria de Chocó significaba involucrar más jugadores afrodescendientes a la selección nacional, situación que Lozano entendió como discriminación radicalizada por el color de piel. Pero de esta experiencia aprendió que la división racial es mutua, por lo cual el lucharía por disolver esa diferencia desde su centro de influencia, el Chocó.
Para Lozano, desde la época de la Colonia, el robo a la región ha sido inaudito, pero lo que más lo defrauda del gobierno central en su historia es la no preocupación por la zona y la falta de accesibilidad, sabiendo que su mano de obra aún es explotada y que incluso desde la colonia, de allí salían los cargamentos más grandes de metales preciosos.
Chucho defiende la idea del canal interoceánico en el Norte del departamento y argumenta que el olvido al que se somete una región por falta de infraestructura ahora lo argumentan bajo el título de calentamiento global y cambio climático.
Para él, el chocoano no se ha apropiado de su departamento porque no lo conoce, le es ajeno y excluido, esto debido a la falta de infraestructura que el gobierno nacional siempre posterga. “Falta de conocimiento de lo propio y segregación racial fueron los motivos de mi lucha por el departamento”, asegura Lozano con un tono de voz cargado de frustración.
Jesús Lozano es un hombre que ejemplifica la verdadera mezcla que hay en el habitante chocoano, un ser humano que lucha por lo suyo, que trabaja de sol a sol, y que no olvida a sus semejantes, sin embargo, esta última cualidad ha sido aquella que el hombre del centro del país ha olvidado, pues el ejemplo vivo es el rezago que tiene el Chocó.